Positividad tóxica
Vivimos en una época en la que “ser positivo” se ha convertido en un mandato. Si estás triste, debes ver el lado bueno. Si algo va mal, es una oportunidad de crecimiento. Y si no puedes con todo… es porque no lo estás intentando lo suficiente. Pero, ¿qué ocurre cuando ese discurso, que aparentemente debería ayudarte, termina generándote más presión y culpa? Esta es la trampa de la positividad: un enfoque del desarrollo personal que invisibiliza el dolor, invalida las emociones reales y, en lugar de sanar, desconecta.
Según un estudio publicado en Current Directions in Psychological Science, el intento constante de suprimir emociones negativas puede generar un efecto rebote, intensificándolas y aumentando el malestar emocional (Gross & John, 2003).
¿Qué es la positividad tóxica?
Es la creencia de que debemos mantener una actitud positiva en todo momento, pase lo que pase. Se manifiesta en frases como:
- “Todo pasa por algo.”
- “Podría ser peor.”
- “Tú elige ser feliz.”
Aunque la intención es buena, este tipo de mensajes pueden invalidar emociones legítimas como la tristeza, la frustración o la rabia. Emociones que, lejos de ser un problema, son una brújula valiosa.
¿Por qué puede hacernos sentir peor?
- Genera culpa por sentirte mal. Muchas personas llegan a consulta diciendo: “No tengo derecho a estar así, hay gente peor que yo”. Esta comparación constante bloquea el proceso de validación emocional.
- Fomenta la desconexión emocional. Si te obligas a estar bien, dejas de escuchar lo que realmente sientes. A largo plazo, eso puede derivar en ansiedad, somatizaciones o estados depresivos.
- Refuerza la autoexigencia. El desarrollo personal mal enfocado puede convertirse en otra forma de exigencia: “Debería estar agradecida”, “Debería superarlo ya”, “Debería ser más fuerte”.
El crecimiento personal no siempre es cómodo
Sanar implica pasar por momentos incómodos. Requiere mirar de frente lo que duele, acompañarlo y entenderlo. No se trata de eliminar emociones negativas, sino de aprender a convivir con ellas de forma saludable.
La investigadora Brené Brown lo resume así: “No podemos adormecer selectivamente las emociones. Si entumecemos el dolor, también entumecemos la alegría”.
Entonces, ¿qué hacemos en lugar de forzarnos a estar bien?
La validación emocional
La validación emocional consiste en reconocer lo que sientes sin juzgarte. Puedes hacerlo así:
- Nómbralo: “Estoy triste”, “Estoy frustrada”, “Siento miedo”.
- Normalízalo: “Tiene sentido que me sienta así después de lo que pasó”.
- Permítetelo: No luches contra la emoción. Observa cómo sube, baja y cambia.
También puedes practicar el mindfulness o la escritura terapéutica para contactar con tu mundo interno sin disfrazarlo de optimismo forzado.