La regla de los 90” de las emociones
Las emociones son una parte fundamental de nuestra experiencia humana. Sentimos alegría, tristeza, ira o miedo en distintas situaciones de la vida. Sin embargo, ¿sabías que la reacción fisiológica de una emoción dura solo unos segundos? Lo que ocurre después depende en gran medida de nuestros pensamientos.
¿Cuánto dura realmente una emoción?
La neurocientífica Jill Bolte Taylor, en sus investigaciones sobre el cerebro, explica que la respuesta fisiológica de una emoción dura aproximadamente 90 segundos. Durante ese breve período, nuestro cuerpo experimenta una serie de reacciones químicas desencadenadas por el estímulo que generó la emoción. Por ejemplo, si algo nos asusta, nuestro corazón late más rápido, los músculos se tensan y la adrenalina se libera.
Después de esos 90 segundos, la emoción en su forma más pura desaparece a nivel fisiológico. Entonces, ¿por qué algunas emociones parecen durar horas o incluso días?
El papel de los pensamientos en la duración de una emoción
Lo que realmente prolonga una emoción no es la respuesta del cuerpo, sino la manera en que interpretamos y alimentamos lo que sentimos. Aquí entra en juego el papel de nuestros pensamientos:
1. Rumiación: Cuando repetimos mentalmente una situación negativa, reforzamos la emoción asociada a ella. Por ejemplo, si alguien nos hizo un comentario hiriente, podríamos pasar todo el día recordándolo y sintiéndonos mal.
2. Narrativas personales: Si interpretamos un evento como una amenaza o una injusticia, podemos mantener la emoción activa por más tiempo.
3. Falta de regulación emocional: No reconocer lo que sentimos ni gestionarlo adecuadamente puede hacer que una emoción se quede con nosotros más tiempo del necesario.
Cómo gestionar mejor nuestras emociones
Saber que la fracción fisiológica de una emoción es tan breve nos da el poder de manejar mejor nuestras respuestas emocionales. Algunas estrategias efectivas incluyen:
• Reconocer la emoción sin juzgarla: En lugar de resistir lo que sentimos, aceptarlo nos ayuda a que fluya más rápido.
• Interrumpir el ciclo de pensamientos: Cambiar nuestro enfoque mental después de esos primeros 90 segundos evita que perpetuemos la emoción.
• Practicar mindfulness: Estar presentes en el momento nos ayuda a no quedarnos atrapados en historias mentales innecesarias.
• Mover el cuerpo: Ejercicio, respiración profunda o cualquier acción física puede ayudar a liberar la tensión emocional.
Las emociones en sí mismas no son el problema, sino la forma en que las procesamos y prolongamos a través de nuestros pensamientos. Comprender la fracción fisiológica de una emoción nos permite tomar el control y evitar quedar atrapados en un estado emocional innecesario.
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